La lucha no solo es de género, es de clases



Transitando por la historia de los diferentes procesos revolucionarios y libertarios de nuestro continente y del mundo, nos encontramos también con la historia de muchos referentes cuyas gestas o al menos nombres o imágenes son ampliamente reconocidos. En América Latina por ejemplo, no hay espacios donde no se haya escuchado hablar sobre el Che Guevara, Bolívar, Sandino, Rumiñahui o un Fidel.

Pero quien puede decir que ha encontrado una pinta, una mochila, una billetera, una pulsera o gargantilla decorada con la imagen o el nombre de una Manuelita Sáenz, de una Celia Sánchez, de una Gladis Montaluisa, de una María Chiquinquirá, de una Haydee Santamaría, de una Dolores Kakuango, de Luisa Amanda Espinosa, de una Consuelo Benavides, de una Micaela Bastidas. Aun de entre las modas de los “chicos rebeldes”, han sido desterradas las mujeres de la revolución. No es diferente cuando hablamos de las organizaciones y los procesos revolucionarios, pues han sido luchas siempre protagonizadas por hombres y mujeres valiosos de donde solo los hombres han recibido reconocimiento.

Buscando los motivos por los que las mujeres casi han desaparecido de las paginas de las revoluciones de nuestro continente, muchos podrían decir que los motivos son en primer lugar porque a nivel de las organizaciones revolucionarias y de sus dirigencias, se presentan actitudes y comportamiento machistas, que por un lado no han permitido la participación de la mujer en círculos de decisión, y por otro, aun cuando lo han permitido, al mismo tiempo han invisibilizado esta participación, un segundo aspecto sería la propia influencia del sistema machista y patriarcal aun entre las personas que se dicen de izquierda o progresistas, reduciendo la influencia de las mujeres dentro de los procesos a un simple “es que era la mujer de…”, o un “solo era apoyo logístico”, tal vez también un, “ lo malo es que es mujer”.

Pero no se puede tapar el sol con un dedo, muchos de estos motivos son reales, estos dos aspectos han coartado de diversas formas la participación de la mujer en los procesos revolucionarios, ya sea directamente en su participación, o en el reconocimiento negado a quienes si han aportado. Sin embargo no podemos ignorar que la razón más importante que a limitado la participación de la mujer en la revolución, es justamente eso, la participación de la mujer, es decir la falta de iniciativa y de interés de nostras las mujeres, por intervenir y hacer respetar nuestro papel dentro de los procesos de liberación de los pueblos.

Si bien es cierto, nos encontramos en un sistema que por su naturaleza es injusto, opresor, explotador, alienante, y dentro de esto, somos justamente las mujeres quienes sufrimos más duramente de todas estas inequidades. Es decir, se podría justificar la poca participación de la mujer en los procesos de cambio en las realidades Latinoamericanas, aduciendo que nosotras hemos sido tan reprimidas en todos los aspectos de nuestras vidas que estamos acostumbradas a aguantar sin decir, ni hacer nada.

Es cierto, las mujeres siempre estamos siendo reprimidas, pues desde que somos niñas se nos exige ser débiles, indefensas, en la adolescencia somos quienes tenemos por obligación que ayudar en los quehaceres del hogar y limitar nuestros comportamientos a los “moralmente permitido para una mujer”, al crecer si somos bonitas, somos objetos sexuales, se no califica inmediatamente de tontas y vacías, si somos feas, tenemos que buscar la forma de tener alguna habilidad para poder conseguir marido.

Pero todo eso es “tolerable” en todo caso, tolerable si pensamos en cuando nos casamos, y que decir si somos madres, jóvenes y solteras.

Por supuesto todo esto es más difícil si somos pobres como lo somos la mayoría, las mujeres somos quienes más sufrimos la pobreza, como madres, si tenemos la suerte de tener un compañero a nuestro lado,tenemos que adaptarnos a los bajos ingresos y de nada sacar el desayuno, almuerzo y cena, ropa, zapatos, cuando hay suerte y los niños pueden estudiar, hasta para el colegio de ellos, además de ser la esponja de todas las frustraciones de nuestra pareja, fruto de la explotación, del cansancio, de la injusticia y de los malos tratos de los patronos. De lo contrario, si el compañero se cansa de trabajar y de pasar hambre, se va, ¿y quien se queda?, nos quedamos las madres, que ahora no solo tenemos que criar y administrar el par de centavos que se consiguen, sino que además tenemos que encontrar la forma de conseguir esos centavos. Que pasa después, cuando las injusticias sociales acaban con las vidas de nuestros hijos, una vez más somos las mujeres, las madres, quienes sufrimos y buscamos la forma de sacar adelante a nuestros hijos aun cuando ya han crecido, pues la propia naturaleza social crea vínculos casi irrompibles entre una madre y sus hijos.

Entonces de una u otra forma, somos siempre las mujeres, por la propia composición del sistema, quienes hemos sido, y estamos siendo más explotadas, más excluidas, más maltratadas.

Por lo tanto, en lugar de ser esta una justificación para estar distanciadas de un pensamiento y un accionar revolucionario, esto debe ser un motivo aun más grande para que, nosotras las mujeres seamos quienes estemos siempre al frente de las luchas por la justicia y la equidad social, deberíamos ser nosotras las mujeres quienes en número y explotación somos más, las que propongamos y lideremos verdaderas luchas, de esas en las “que se triunfa o se muere”, para cambiar este sistema injusto e inhumano.

Ya hemos visto en procesos como el de Nicaragua, la importancia de la participación de las mujeres en la revolución, pero que hay de las mujeres ecuatorianas, peruanas, chilenas, que hay de las colombianas, de las argentinas, que pasó con las mujeres de Uruguay, Paraguay o Bolivia, donde están las mujeres de Costa Rica, las de Panamá y las de México, que están haciendo las mujeres de Vietnam, Palestina, del país Vasco, donde están las mujeres del mundo.

En donde están los cientos de miles, de mujeres que deberían ahora mismo, estar empuñando las armas para emprender las luchas por la liberación de los pueblos de un sistema que nos esta aniquilando.

No será acaso, que muchas de nosotras estamos siendo engañadas y absorbidas por falsas luchas, de esas que se las vende en los congresos sobre género discutiendo sobre estadísticas o sobre la “Sororidad”, o luchando por una igualitaria participación política para legitimar el orden social de un sistema que en su totalidad es inequitativo y por tanto debería ser combatido, o tal vez están haciendo multitudinarias marchas para que en los documentos oficiales se escriba los/las compañeros/as, como si las injusticias sociales cambiaran por que se las llaman de otra forma.

Yo soy mujer, y como mujer exijo, que nunca más sea tomado nuestro nombre en los congresos de intelectuales hablando sobre género, o en los organismos internacionales que gastan millones de dólares en crear y promulgar leyes y derechos que solo quedan en los decorativos afichesen las puertas del CONAMU o del INNFA, que nunca más se hable de las mujeres luchando por otras mujeres sin importar que sean también explotadoras, que sean también parte de ese sistema, solo porque son también mujeres.

Soy mujer, y exijo a todas las mujeres y a los hombres, que abramos los ojos y sepamos que estas luchas por género, por la diversidad sexual, étnicas, intergeneracionales, ecológicas, etc., son muy importantes, pero lo son siempre y cuando estén inmersas dentro de un verdadero proceso revolucionario, cuyo eje transversal sea la lucha de clases, en la que el objetivo fundamental sea terminar con el actual sistema, para levantar uno nuevo, en donde todas estas inequidades creadas por el mismo, sean superadas. De lo contrario estamos cayendo en el juego del mismo sistema que con estas luchas aisladas solo esta creándonos una distracción para que nos olvidemos de los verdaderos motivos de la inequidad, y si seguimos permitiendo esto, estamos siendo cómplices de toda la muerte, miseria, hambre, violencia, injusticia e inequidad en que nos envuelve el CAPITALISMO.

No hay comentarios.: