Comandantes Camilo Torres, Manuel Pérez y Oscar Santos Presentes..


Hoy, cuando las semillas de democracia y dignidad dispersadas por los vientos que recorren toda América, han germinado en varios países del continente, el Frente Internacional del Ejercito de Liberación Nacional de Colombia, reafirma una vez más la vigencia del pensamiento y obra de nuestros comandantes Camilo Torres Restrepo, Manuel Pérez Martínez y Oscar Santos, en este nuevo aniversario de su desaparición física.

A COLOMBIA, A NUESTRAMÉRICA

Tres vidas, un mismo camino y Febrero el mes de su partida (Camilo el 15/66, Manuel el 14/98 y Oscar el 11/2006), nos convoca al reencuentro con su pensamiento y obra.

Camilo, pionero de la Teología de la Liberación, fundador del movimiento de masas llamado Frente Unido, visionario de la necesaria continentalización de la lucha libertaria, de la unión entre los revolucionarios de la clase popular para la movilización y la vinculación de los sectores desfavorecidos a la lucha por la construcción de un nuevo Estado y una sociedad socialista, de la organización del pueblo por la base, de la paz con justicia social, del capitalismo y el imperialismo como enemigos comunes de la humanidad, de la fuerza invencible de los pueblos cuando se deciden a luchar, los valores y la ética como premisa inherente a la vida de los auténticos revolucionarios y la consecuencia de ir hasta el final por los ideales revolucionarios.

Manuel, guiado por el faro Camilista enriqueció y materializó estos postulados de vida; internacionalista con la convicción de que la liberación de los pueblos no es obra solamente de los esfuerzos que se hacen dentro de las llamadas fronteras, sino también de lo que hacen los hombres y mujeres en cualquier parte del mundo, constante en la brega por la unidad del campo revolucionario como eje estratégico de la revolución, persistente en la formación de la militancia elena, donde los valores revolucionarios se conviertan en el arma eficaz para vencer, ser valientes, insobornables, trabajadores, leales, ser constantes, revolucionarios de por vida y hasta la muerte. Como responsable político del ELN por casi 10 años, actuando en democracia y bajo su liderazgo, nuestra Organización comienza a proponerle al país una nueva forma de acción política: 1986, convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente, 1989, propuesta de Diálogo Nacional para la Humanización de la Guerra y Defensa de los Recursos Naturales y desde 1996 hasta hoy la convocatoria a la “Convención Nacional”.

Todo este legado fue guía para Oscar Santos. Comandante guerrillero, aguerrido e integral, incansable y leal, quien estuvo ahí entregando lo mejor de sí cuando las circunstancias de la Organización lo exigía, considerado por los guerrilleros y guerrilleras, como un cuadro-salvaguarda de nuestro proyecto político y de vida y como un roble. Jamás se doblegó.

Camilo y Manuel con su ejemplo de vida dejaron cerrado el debate, para nosotros y nosotras, sobre las contradicciones entre marxismo y cristianismo para hacer la revolución; dejan testimonio fehaciente de la validez de la lucha armada, en países donde se penaliza y criminaliza la lucha social, política e incluso la simple oposición.

La vida y obra de nuestros comandantes siguen vigentes y son patrimonio de los pueblos que luchan por una patria digna y soberana. Se ponen al orden del día en estos momentos de cambio favorable a los pueblos del continente, pero también de grandes amenazas para las democracias embrionarias, para la existencia de la humanidad y del planeta, y como nos señala Camilo: no basta prepararnos para resistir, tenemos que prepararnos para vencer.

COLOMBIA PARA LOS TRABAJADORES

NI UN PASO ATRÁS LIBERACION O MUERTE

FRENTE INTERNACIONAL MILTON HERNANDEZ

EJERCITO DE LIBERACION NACIONAL DE COLOMBIA Febrero 2010

Bolívar vive, la lucha sigue.


Comunicado


Informamos al pueblo colombiano, a los pueblos de Nuestra América y del mundo que un comando de fuerzas especiales del Bloque Martín Caballero de las FARC-EP, recuperó la espada de combate del Libertador Simón Bolívar en un lugar próximo a la ciudad de Santa Marta.


Bolívar vive, la lucha sigue.


Bloque Martín Caballero de las FARC-EP


Montañas de Colombia, enero 31 de 2010

Año del bicentenario del grito de independencia

REFORMISMO VERSUS REVOLUCIÓN


En Ecuador se ha profundizado el debate entre quienes propician una evolución gradual, mediante reformas, con las cuales, supuestamente se podría avanzar al socialismo del siglo XXI; y los que sostenemos, a partir de un análisis científico e histórico, que la humanidad avanza a saltos cualitativos hacia una nueva Formación Económico Social (FES) como resultado de la Revolución Social.


Buscando conceptualizar diremos: el reformismo es una postura política socialdemócrata que utiliza elementos populistas para engañar al pueblo; pretendiendo convencer que solo con las reformas se solucionara el hambre, la pobreza, la desocupación. Utiliza los medios masivos de comunicación para generar la idea que se está cambiando el viejo y corrupto Estado capitalista, que las instituciones burguesas son más eficientes y están al servicio del pueblo, (ellos utilizan la palabra ciudadano). Se levanta la imagen del gobernante como el todopoderoso que impulsa una política de “desarrollo nacional”; habla de revolución y dice ser “revolucionario” que piensa y actúa como el “CHE” y que su meta es llegar al “socialismo”.


Bajo este concepto, el reformismo de nuestro país se sustenta en la demagogia y en la capacidad de esconder lo que verdaderamente se está haciendo, reformar el mismo sistema que dice combatir, no basta señor Presidente Correa y personas vinculadas al régimen hacer de la tribuna un espacio para sostener un discurso aparentemente “radical”, contra los pueblos y las organizaciones, mientras, las políticas y las leyes que se aprueban sin el consentimiento y sin la participación de los pueblos y las organizaciones sociales y políticas demuestran una clara contradicción entre lo que dice y hace.


No negamos que existan algunas posturas de defensa soberana y se mantengan los subsidios para que los pobres no pasen a ser parte de los miles de compatriotas que están en la extrema pobreza, pero ¿Que pasa con la soberanía alimentaria?, ¿Porque se quiere sostener las concesiones del agua, (privatización camuflada), ¿Por qué se pretende quitar la autonomía a la Universidad del país? ¿Porque beneficiar a las transnacionales mineras con concesiones territoriales y negar la minería artesanal?, ¿Por qué los decretos que niegan a los trabajadores los contratos colectivos y sostener solapadamente formas de trabajo tercerizado?


Un Presidente que es el fruto de la lucha de años de los obreros, campesinos e indígenas, de los estudiantes y pequeño comerciantes que combatieron juntos contra la corrupción y la traición de gobiernos amigos de la bota yanqui.


Un Presidente que no escucha a los actores directos de los cambios y sus propuestas para afirmar y proyectar este cambio. Un Presidente que solo escucha lo que un conjunto de tecnócratas graduados fuera de la Universidad ecuatoriana le proponen, es un Presidente que se aleja de las fuerzas sociales y populares, es un Presidente que podría dirigirse hacia el abismo que le esta condiciendo la derecha incrustada en el gobierno y la socialdemocracia reformista.¿Es necesario destruirlo o se puede reformar, el Estado burgués?


La Función Judicial, las Fuerza Armadas, la Policía, la Asamblea Nacional, el Consejo de Participación Ciudadana y otras instituciones que se pudieran crear solo existen para defender los intereses de la clase dominante. Las leyes de las nuevas instituciones y las reformadas en el “Congresillo” y en la actual Asamblea Nacional en su esencia ordenan y reglamentan mejor el papel que deben cumplir en la defensa del Estado capitalista y los intereses de la burguesía. Por tanto, los cambios realizados en la legislación burguesa no son suficientes, ni son el camino para avanzar hacia el socialismo, aunque la clase obrera y los sectores populares obtengan con su lucha reivindicaciones importantes.


La experiencia histórica de los pueblos nos da ejemplos que reformar dentro del Estado capitalista no conduce al socialismo, ni hace la revolución. El ejemplo más cercano para nosotros es el caso de Allende, en Chile, en el año de 1973.


Primero quedo demostrado que el imperialismo y la burguesía nunca va a permitir que le arrebaten el poder electoralmente. Jamás dejaran de ser clase dominante pacíficamente. Pensar esto es una gran ingenuidad.


Segundo, pensar que implementar reformas conduciría al sistema capitalista a un punto de ruptura y obligaría a la sociedad a superarlo, para ingresar a una nueva Formación Económico Social bajo el concepto de revolución pacífica, es otra ingenuidad.


José Carlos Mariátegui, revolucionario peruano decía:“... no hay revolución mesurada, equilibrada, blanda, serena, plácida...” “... el poder se conquista a través de la violencia... se conserva el poder sólo a través de la dictadura...”


Tercero, no se puede confiar en la alta oficialidad de las Fuerzas Armadas y Policía, así como tampoco, pensar que ellos con un simple decreto dejan de ser la institución defensora del Estado capitalista y de los intereses de la burguesía.Cuarto, debe existir una unidad férrea de los pueblos y las organizaciones interesadas en la transformación revolucionaria y contar con las fuerzas militares del pueblo para sostener la victoria y proyectarla. Esto tampoco se tomo en cuenta.


Estos errores permitieron para que la derecha encabezados por el fascista Pinochet tome el poder a través de la violencia reaccionaria y derroque y asesine a Salvador Allende. Este ejemplo evidencia que es una equivocación grave pensar que los pequeños cambios en el sistema y en el Estado capitalista puede ir transformando lentamente la sociedad hasta llegar a una sociedad más justa. Al Estado capitalista hay que tomarlo y destruirlo para levantar el nuevo Estado socialista, lo otro es actuar solapadamente para sostener el sistema y mantener los privilegios de la burguesía.


Combatir al reformismo es combatir a la burguesíaEl reformismo, en distintos momentos y lugares, ha sido utilizado por las mismas clases dominantes para desviar la lucha de las masas de sus objetivos revolucionarios y construir un movimiento que, aunque parezca radical, no ponga en riesgo la existencia del sistema.


Cuando la derecha se infiltra en los movimientos ataca por la espalda, se presenta con rostro progresista, democrático y hasta patriótico, pero una vez que han alcanzado la dirección del gobierno y las políticas económicas y las leyes le son favorables sale a flote su verdadero carácter reaccionario.Esto es lo posiblemente le esta sucediendo al gobierno de Correa.


Por eso combatir al reformismo, es combatir a la burguesía; en los actuales momentos ese combate es necesario e inevitable para sostener el proyecto estratégico de la toma del poder por las clases trabajadoras.Señalamos esto a propósito del proceso político que vive el país. Bajo un discurso aparentemente radical y de izquierda, se busca introducir en la conciencia del pueblo una política reformista como sinónimo de revolucionaria, una propuesta general como la panacea para resolver los problemas económicos y sociales que tienen su origen en el sistema capitalista imperante.


Esta línea de acción es impulsada por sectores de la burguesía para atraer a su lado a sectores descontentos de las masas, disputando la influencia que entre ellas tienen las organizaciones sociales, políticas, revolucionarias y de izquierda.¿Los revolucionarios nos oponemos a las reformas?Los revolucionarios no nos oponemos a las reformas, las levantamos como banderas de lucha para la movilización de las masas, para conquistar reivindicaciones y derechos, pero siempre advirtiendo que no resolverán de manera definitiva los problemas, que en poco tiempo habrá que impulsarnuevas acciones y, sobre todo, que lo fundamental está en la transformación del sistema con la revolución social.


A diferencia de los reformistas, los revolucionarios marxistas concebimos que, mientras exista el sistema capitalista, estas reformas tendrán un carácter parcial, frágil y con seguridad no duraran en el tiempo, porque no logran de manera definitiva implantar el bienestar y la igualdad; los reformistas no entienden que elevar los salarios de los trabajadores no es suficiente para entregar mejores condiciones de vida a la clase obrera; hay que poner fin a la explotación asalariada, al régimen depropiedad privada sobre los medios de producción para liberarlos y asegurarlos el bienestar pleno y definitivo.


Todas las reformas son el resultado de la lucha y la participación activa de las masas movilizadas para alcanzar mejores condiciones de vida, no es regalo de ningún gobernante.


Lenin combatió constantemente el reformismo y toda forma de pacifismo social. “Las reformas son el producto subsidiario de la lucha revolucionaria de clase del proletariado.” Señalo. “Lo fundamental es la lucha revolucionaria, la lucha por la conquista del poder”.


Lenin atribuye a las reformas el carácter de elemento táctico, para ser utilizado por el proletariado victorioso en su estrategia de transformación revolucionaria de la sociedad. Para Rosa Luxemburgo, “las reformas no tienen como efectocrear los “elementos” de la nueva sociedad dentro de la vieja, sino tan sólo mejorar las condiciones a partir de las cuales la clase que niega a la sociedad existente acumula fuerzas para liquidar esa sociedad”. Es a partir de este punto de vista que ella ataca las posiciones sustentadas por Bernstein, quien pretendía liquidar progresivamente el sistema capitalista mediante reformas legislativas.


La Revolución Social es la transformación radical del sistema capitalista Revolución en palabras resumidas y sencillas es un procesode transformación radical del sistema capitalista hacia el Estado socialista que se erige en beneficio de las clases sociales explotadas por la burguesía, liquidando todas las estructuras de la vieja sociedad que sustentaban el sistema anterior. Es decir, los que somos partidarios de la revolución social no toleramos al capitalismo, ni al imperialismo, sino más bien buscamos su destrucción definitiva.Se entiende también que este proceso no puede hacerse por la vía electoral.


Sólo la movilización popular más combativa y consecuente, sólo el pueblo alzado en armas y encabezado por organizaciones auténticamente revolucionarias puede llevarlo a cabo. No hay caminos intermedios, o se toma el camino revolucionario, el camino de la auténtica liberación o solo se cosechara fracasos, desmoralización y perpetuación de la opresión y explotación capitalista.


La actual situación del país pone en evidencia una clara contradicción entre los reformistas y la derecha incrustada en el gobierno de Correa frente a la unidad y movilización de las fuerzas de izquierda y revolucionarias que nos asiste la razón, la ventaja y la infinita capacidad de luchar contra los enemigos declarados y solapados de los pueblos del Ecuador.


La lucha por el socialismo es tarea actual y vigente; los protagonistas somos los cholos, montubios, mestizos, negros, campesinos y obreros, adultos y jóvenes; hombres y mujeres, los escenarios son el aula, el sindicato, el barrio, la comuna, las calles y la plazas. Esta lucha estratégica por el poder del pueblo por ahora se debe sostener en el plano de las ideas, pero es necesario insistir en la necesidad de prepararnos para la confrontación directa, masiva y combativa.

____________________________________________________________________________________________________Artículo publicado en la Revista Semillero Insurgente No. 7. GCP

La violencia política




x La Peña del Bronx


No se puede entender el problema de la violencia política sin conceptuar a la política como la organización y aplicación sistemática de determinadas relaciones de poder, como la articulación de un conjunto de medios para la consecución y la preservación de éste. La política organiza el poder, le otorga forma estatal y viabiliza un proyecto socio-económico de clase. En este marco, la violencia es parte activa de la estructura social, no es sólo un instrumento o medio de lucha, sino sobre todo un modo de conflicto.


El surgimiento de la violencia política está estrechamente vinculado al desarrollo de la propiedad privada, y es sólo en el transcurso de la consolidación histórica de ésta, que la violencia se transforma en manifestación específica de poder social. En otras palabras, posee una base material concreta y no es una constante histórica, por lo tanto es factible su desaparición en una fase superior del desarrollo humano, cuando sea eliminado todo tipo de explotación pues -como señalara Engels- "el poder, la violencia, no es más que el medio, mientras que la ventaja económica es el fin" (1).


Cuando la ventaja económica, la ganancia, deje de ser la principal motivación de la producción material, cuando el fin de la actividad económica sea la satisfacción de las necesidades del hombre, y no el mero lucro, allí se crearán las condiciones básicas para la extinción definitiva de la violencia política.


No obstante, esta posibilidad histórica se vislumbra lejana, y la violencia continúa siendo componente central de todo el sistema de dominación. De allí que la clase en el poder requiera -a todo nivel- de estructuras que le permitan organizar el control social, minimizar los riesgos de un cuestionamiento revolucionario de la sociedad, y garantizar las condiciones para la reproducción ampliada del poder y del sistema en su conjunto. En esto el Estado desempeña un rol crucial.


Estado y violencia políticaEl principal organizador y concentrador de la violencia estructural es el Estado, de manera que cualquier intento por legitimar y justificar la violencia ejercida por la clase en el poder, pasa por legitimar el Estado. El objetivo básico que se persigue es despolitizar, desideologizar y neutralizar el Estado, presentarlo como el sintetizador del "bien común" y garante de la "ley y el orden". Para ello es imperativo la imposición de una visión histórica de la naturaleza humana, la sociedad y elaborando, simultáneamente, conceptos abstractos de nación, interés nacional, estabilidad y paz social.


Este tipo de Estado se justificaría por el posible "caos" que devendría en la sociedad humana por el hecho de su inexistencia. Fenómeno que hace más de tres siglos ya debatían los grandes pensadores filósofos y políticos. Según esta corriente teórica -que de una u otra forma sigue vigente- la naturaleza humana es esencialmente egoísta y utilitaria, cada ser lucha por su propia subsistencia, por la satisfacción de sus propios intereses, lo que inevitablemente le lleva a la confrontación permanente con otros seres humanos. Esta situación es la que Hobbes (2) describiera como "la guerra de todos contra todos". Situación superable sólo con apego a un ente no-utilitario, a un órgano que no buscase la satisfacción de intereses particulares, sino que comunes, generales. De allí surge la noción básica y la materialización del concepto del Estado actual como el único capaz de imponer el orden en medio del "caos natural". Es decir, ser un "administrador neutro del conflicto social".


Dicha tesis amerita al menos dos consideraciones. En primer lugar, la naturaleza humana no es egoísta, ni altruista, ni agresiva ni pacífica, ni buena ni mala en si misma, sino que simplemente sintetiza el sistema de relaciones sociales prevaleciente en un momento histórico determinado. La esencia humana en abstracto no existe, esta es concreta y, por sobre todo, dinámica, cambiante, de modo que la hipótesis de una situación natural de guerra permanente solo sirve para justificar la creación y consolidación de un complejo aparato de dominación de clase como es el Estado (analícese, en un grado menor, la lucha contra la delincuencia), además de proyectar la idea de la imposibilidad de transformar el sistema o luchar por una sociedad igualitaria, puesto que el ser humano sería individualista y egoísta en esencia y jamás podría cambiar.


En segundo lugar, es necesario puntualizar que el Estado no es un ente que esté por sobre las clases y la sociedad. Ninguna institución es neutra o poseedora de poder propio, más bien expresa poder social de clase. Es por ello que conceptos y prácticas tales como orden, legalidad, estabilidad, paz social, civilismo, etc., son de carácter tan determinado; la sociedad virtual no existe, ni ha existido, solo existe la sociedad históricamente concreta, de manera que el orden y la estabilidad que se defiende hoy, es el orden y la estabilidad del neoliberalismo. El Estado no es ningún sintetizador del bien común y del interés de un país, sino que de violencia política y, por consiguiente, de poder de un sector de la sociedad sobre otro.


La dimensión ideológica de la violencia


Históricamente a través de diversos medios de socialización -la estructura educacional, los medios de comunicación, entre otros-, la clase dominante ha ido configurando un sistema de valores, normas, conceptos y categorías tendientes a justificar su dominio: su preponderancia monopólica a regir los destinos de la humanidad, sus instancias de organización y la vida de los individuos. Medios entre los cuales la autentificación del uso de la violencia en sus diferentes formas por parte del Estado, su institucionalidad, sus fuerzas armadas y policiales, han sido una constante.


Esta manipulación ideológica se ha sostenido en tres ejes esenciales:


a) Ocultar la violencia estructural propiamente tal.

b) Legitimar la represión institucional.

c) Deslegitimar toda violencia social contra el sistema.


La violencia es inherente a una estructura social injusta, a un orden social basado en la explotación del trabajo por el capital, en la exclusión y marginación económica, social y cultural de vastos sectores de la sociedad. De hecho la violencia no se reduce únicamente a su manifestación más ostensible, a su forma represiva. Esta última es sólo una vía que permite mantener maniobrando y desarrollándose a la violencia estructural en su conjunto, al capitalismo. Es por ello que Marx y Engels señalaron la existencia de un virtual estado de guerra entre patrones y trabajadores (3), en otras palabras, criticaban la influencia de la violencia económica y de cómo ésta se reproduce a través de todo el sistema consolidándose como violencia estructural.


Mas este modo de abordar el problema no es prerrogativa exclusiva de los clásicos del Marxismo, también -y básicamente a partir de la encíclica Populorum Progressio- la Iglesia Católica, en particular el Movimiento de la Teología de la Liberación, manifestó sin ambigüedad, que "la violencia originaria, raíz y principio de todas las demás violencias sociales, es la llamada violencia estructural, la injusticia de las estructuras sociales, sancionada por un orden legal injusto y orden cultural ideologizado, que como tales constituyen la institucionalización de la injusticia" (4).


El ocultamiento de la violencia estructural requiere imponer la idea de la libertad del individuo, de la igualdad de oportunidades, de los beneficios de un mercado abierto a la libre competencia. El esquema de valores imperantes reproduce sistemáticamente la idea de que los pobres, los marginados, son tales sólo debido a la mala suerte de haber nacido pobres o a su propia impericia, a su falta de creatividad y esfuerzos personales. Entonces la injusticia no es tal, pues las naturales diferencias sociales no son más que el resultado de las leyes de funcionamiento del mercado, leyes, que según se argumenta, no responden a los intereses de nadie en particular. Obviamente entonces, al negarse la injusticia social, se está negando también la violencia estructural.


Bajo este marco conceptual surgen las nociones de violencia directa (represiva) y violencia indirecta (estructural). Donde producto de la manipulación y desinformación ideológica, se tiende adscribir un carácter significativamente más negativo a la violencia directa que a la indirecta; se condena el destrozo de la propiedad pública y privada, un secuestro, un atentado, pero no ocurre lo mismo con la miseria, la pobreza, la carencia de vivienda o salud. O, dicho de otra manera, se considera social y culturalmente peor, matar que dejar morir. La clase en el poder juega con la sicología de las personas, con sus emociones y decepciones, a fin de encauzar cualquier signo de descontento, diluir y desviar la atención del impacto de cualquier violencia estructural.


Junto con la legitimación ideológica y política de la existencia y el recurso de las distintas formas de coacción, se deslegitima todo intento de organización popular de la violencia. A pesar que en los discursos oficialistas es frecuente la condena de la violencia "venga de donde venga", en la práctica se busca neutralizar o desarticular únicamente su desarrollo en la base, su forma auto-defensiva u ofensiva, especialmente aquella que se puede erigir como alternativa de lucha política, militar o social.


En consecuencia, la naturaleza clasista del proceso en marcha instituye que la violencia ejercida por el sistema es positiva y necesaria. Es decir, toda consideración moral acerca de la violencia política, tiene que ver con el sistema de valores que éste estime necesario para lograr la estabilidad del mismo. Por eso se critica el uso de la violencia en política, en la misma medida que se crean organismos de seguridad y de lucha antisubversiva, y aumentan los presupuestos de las fuerzas armadas y de orden. Así se ha ido estableciendo una relación arbitraria entre democracia y paz por un lado y cambio y violencia por otro.


En este contexto ideológico es que surge una inevitable interrogante: ¿Existe una forma ética de ejercer la violencia? Está claro que de aceptarse el sistema de valores imperantes, como el único referente para medir lo positivo o lo negativo, lo bueno y lo malo del recurso de la violencia, la conclusión será siempre la misma: la violencia ejercida por la base social será siempre reprobable. Sin embargo, si ponemos el punto del análisis en otro ámbito, sí logramos trascender el límite de la moral general y vaga para reconstruir desde el pueblo -los verdaderamente afectados por ésta-, valores morales y nociones éticas que expresen la necesidad histórica del cambio social, y muy especialmente, que desmitifique el uso de la violencia por parte de las masas, ubicándola en su justo contexto como fenómeno socio-político, el centro del problema cambia:


La violencia es moralmente válida y políticamente viable, en la medida que se corresponde con la dirección principal del movimiento histórico, al cambio social necesario para erradicar primero parcial y luego definitivamente la violencia estructural creada por el sistema capitalista.


La forma ética de ejercer la violencia está en ponerla al servicio de las mayorías populares, al servicio del cambio social y de la dignidad humana.


La violencia revolucionaria es una forma específica de manifestación ética, pues ésta no persigue la destrucción del ser humano y su entorno, ni su sometimiento, sino que es un período muy breve de la actividad por las transformaciones, sólo un momento histórico; no es un fin sino uno de los medios disponibles para desplegar la multifacética lucha por el poder popular.


La violencia revolucionaria tiene un rango cualitativo, destruye para construir un sistema justo que nos encamine hacia una nueva sociedad.


La violencia militar


La violencia militar es una expresión particular de la violencia política que se estructura en forma de doctrina y se organiza como cuerpo armado.


Ninguna doctrina militar es neutral, más bien condensa la idea militar estratégica de quien la ejerce. En el caso específico de los países latinoamericanos, por parte del poder imperante, aún prevalece en la región la Doctrina de Seguridad Nacional, que con la entrada en escena de las democracias protegidas ha tendido en nuestros países hacia lo que hoy se conoce como "seguridad ciudadana". La DSN en Chile como apreciación básica de cualquier futura guerra, partió a fines de los 70 manejando tres hipótesis de conflicto: en el sur con Argentina, en el norte con Perú y Bolivia, y en el frente interno, donde definitivamente se puso el mayor énfasis.


Lógicamente, la definición de frente interno conlleva la necesidad de organizar la represión dentro de nuestras fronteras y la voluntad de neutralizar o exterminar a un enemigo (el enemigo interno). Es decir, el desarrollo de la violencia en términos específicos y no genéricos como se expresaba en la idea de "todos contra todos"; más bien la guerra de las FFAA como instrumento político de la clase dominante contra el pueblo como sucedió tan explícitamente durante la dictadura. Sin embargo, junto con el proceso de transformaciones que ha vivido Chile luego del cambio pactado de un gobierno militar a uno civil dentro del mismo sistema, esta visión aún es compartida entre los diferentes actores políticos involucrados en dicho pacto. Diferencias más diferencias menos, en la lucha contra el enemigo interno, "el terrorismo", están comprometidos todos quienes participan del poder (gobierno, oposición, FFAA, Iglesia). Entonces, no es correcto incluso desde éste punto de vista, hacer una división tan categórica y definitiva entre lo político y lo militar, puesto que en la práctica ambos se siguen conjugando a través del accionar del Estado y de sus instrumentos armados y no armados.


La violencia militar adquiere también diferentes formas, puede ser central o periférica en un momento histórico determinado, pero en lo fundamental, está siempre presente en forma de una estrategia militar para la obtención o la defensa del poder.


Por último, y obstante la condena a la violencia en general por "inhumana y anticristiana", ante situaciones concretas de guerras o conflictos internos, la clase gobernante no sólo defiende moral y políticamente la violencia, sino que además es la primera en unirse para regular las formas de ejercerla y premiar a los agentes que se destacan en el ejercicio de ésta. De otra forma no se explicarían las convenciones internacionales que norman las guerras, los conceptos de valor y heroísmo, instituciones tales como las condecoraciones al mérito, pensiones específica, etc.


Conclusiones


La violencia no se puede separar de la política y no es sólo un instrumento auxiliar al cual se recurre en momentos de crisis.


La lógica definición luego de constatarse esta realidad objetiva, es que toda propuesta política debe, ineludiblemente, contener el factor violencia como una de las posibilidades históricas, especialmente la revolucionaria. Y es más, debe contar con una política y una estrategia militar capaz de disputar el poder. Entonces, podría existir un amplio debate acerca del contenido y la forma que definen su implementación, pero no sobre la necesidad de su existencia.


La violencia política no se reduce a su expresión militar, aunque ésta es su manifestación más ostensible, es por sobre todo una relación de poder, una estructura históricamente objetiva, la cual debe ser enfrentada tanto en el terreno material como en el político e ideológico, pues es un fenómeno multidimensional.


Notas:

1. Engels F. "Anti Duhring". Editorial Grijalbo S.A. México D.F.- México 1981, pp. 152-153.
2. Hobbes T. Pensador inglés (1588-1679), cuya obra principal, "Leviatán", sintetiza toda la teorIa polItica del siglo XVII.
3. Ver por ejemplo, Engels: "La condiciÓn de la clase obrera en Inglaterra", 1844.
4. Ellacura Ignacio S. J.: "Trabajo no-violento por la paz y violencia liberadora". Revista ReflexiÓn y Liberación, año 1, vol. 4, dic-febrero 1990. Stgo. Chile; p. 6.

LA MILITARIZACION DEL WALLMAPU


Análisis de la CAM

ASESINATOS POLITICOS


Hace algunas semanas atrás nos enteramos a través de la prensa que en el caso del asesinato de nuestro hermano Mendoza Collio, se abren nuevos antecedentes que dan lugar a entender, ya con base, que en el hecho en si hubo un montaje para encubrir dicho asesinato y a sus autores. Los antecedentes dicen relación con una eventual maquinación de las ropas y equipos de protección del agente del GOPE, es decir, que entre los mismos efectivos habrían fabricado pruebas realizando escopetazos al chaleco y casco del uniformado para argumentar la tesis de la emboscada y así esgrimir “legitima defensa”. Estos antecedentes se suman a otros ya develados como que Collio fue ultimado por la espalda cuando ya estaba reducido.


De dicha situación desprendemos la siguiente pregunta ¿El asesinato de nuestro peñi fue cometido por un solo efectivo o fue una orden, y habrían más involucrados?. Considerando el hecho que es la oficialidad la responsable última, en relación a sus subordinados, en una institución jerarquizada, como lo es Carabineros, quien opera como una fuerza militarizada dependiente del Ministerio de Defensa.


En este sentido nos atrevemos a formular que el cobarde asesinato del peñi Mendoza Collio, prácticamente idéntico al asesinato del Weichafe Matías Catrileo, están involucrados agentes que se blindan con orientaciones políticas y orgánicas, y que ambos derivaron de una orden superior que responde a poderes fácticos involucrados en el conflicto con la Nación Mapuche.


Entendiendo que Carabineros es la “fuerza de choque” histórica del “estado de derecho” y los intereses económicos del empresariado y latifundistas, no es de extrañar que estos reciban ordenes encubiertas de parte del cuerpo político derechista y fascista chileno que actúa mafiosamente dentro de las instituciones.


El actual Gobierno de la Concertación si bien utiliza la represión indiscriminada hacia las comunidades Mapuche en conflicto, la criminalización y persecución a organizaciones y dirigentes, aun no utiliza el asesinato político, ya que los costos son demasiado altos, pero no así la derecha dura acostumbrada a resolver los conflictos violentamente y a manipularlos políticamente, sobre todo si estos sectores se sienten ya los detentores del poder con la ascensión del fascista Piñera a la presidencia de Chile.


LA ANI


Pero no sólo el asesinato político es utilizado para agotar al movimiento Mapuche, sobre todo a sus expresiones más consecuentes. Por ejemplo, la decisión de trasladar forzadamente a algunos presos políticos detenidos en la cárcel de Concepción, entre ellos cuatro militantes de la CAM, a fin de relegarlos a distintas zonas, fue una orden emanada del Departamento de Seguridad con asiento en la Dirección Nacional de Gendarmería, departamento que ha sido denunciado por la ANFUP (Asociación de Funcionarios de Unidades Penitenciarias) de que estarían haciendo campaña solapada al fascista Piñera al interior de gendarmería y quienes cumplieron un importante papel de soplonaje durante la movilización de dichos funcionarios.


Concluimos que dicho departamento de seguridad responde a las políticas de la ANI (Agencia Nacional de Inteligencia), la cual cada vez más actúa con una lógica fascista en colusión con agentes provenientes de las instituciones militares y la derecha. La que responde a un sistema de inteligencia supra-gobierno, que defiende al estado y al sistema capitalista.


PARAMILITARISMO


En esta línea de análisis, el reestreno del grupo paramilitar Hernán Trizano tiene como objetivo ir preparando ideológicamente el terreno para el actuar del paramilitarismo de derecha en las zonas de conflicto, con la aplicación del llamado “Plan Araucanía”. Esto en el contexto de un futuro Gobierno de Derecha, al estilo Uribe en Colombia, lo que significaría la agudización del conflicto interno que agravaría la situación de los derechos humanos con la imposición de dispositivos de control social que tienen sus precedentes en la dictadura y que la Concertación se a encargado de mantener durante estos veinte años, tales como la Justicia Militar, Ley de Seguridad Interior del Estado y Ley Antiterrorista, que constituyen el paragua legal para todo tipo de abusos de poder.


LA JUSTICIA MILITAR


Otro hecho grave es el actuar de la Justicia Militar en contra de comuneros y presos políticos Mapuche la cual está operando en este último tiempo con la impunidad y atribuciones propias de una dictadura.


Es un hecho que los fiscales militares operan hoy con grandes prerrogativas y sin que nadie les cuestione.


La competencia de la Justicia Militar en Chile es aberrante, desde su aplicación para resolver asesinatos cometidos por agentes policiales en contra de Mapuche, pasando por su aplicación a comuneros que luchan en procesos de recuperación territorial, hasta simples causas y delitos comunes cometidos por Mapuche, en una muestra clara de que su aplicación está dirigida, principalmente, hacia el Pueblo Nación Mapuche. El procesamiento a través de la Justicia Militar involucra la aplicación de torturas para la obtención de declaraciones, secreto de sumario, manipulación y construcción de pruebas, etc. La cual opera en colusión con el Ministerio Publico, inclusive, por sobre la justicia civil como se observó en la llamada “reconstitución de escena” en la comunidad de Choque, donde el Fiscal Militar dirigía las diligencias.



CONCLUSIÓN


La militarización no es sólo invocar la presencia de afectivos de la policía militar chilena que actúan con impunidad en contra de las comunidades en conflicto y sus justas reivindicaciones, si no que se trata del reestablecimiento de un plan de contrainsurgencia y su correspondiente definición de un enemigo interno a quien se debe destruir, que en este caso es el Pueblo Mapuche.


Por esta razón, se impone una lógica de guerra que legitima los asesinatos por sectores protegidos de carabineros, las medidas arbitrarias como los traslados forzados a presos políticos Mapuche y las prerrogativas de los fiscales militares, las que tarde o temprano se aplicaran de la misma forma hacia los sectores populares chilenos que pongan en riesgo los intereses del estado y el sistema capitalista.
¡Territorio y Autonomía a la Nación Mapuche! ¡¡¡¡¡Weuwaiñ!!!!!